A las largas baldosas frías
Que nos sostienen en tu casa
Y que han oído tanto
Como robles inmortales.
A esos hombres que circulan
Líquidos
Entre los quicios de las puertas
Y dinteles y
El vano en las ventanas.
Nunca hemos hablado,
Y yo no tengo prisa.
Vuestra mirada es larga y nada espera.
Y el tiempo es sordo.
Y ya no espero.
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